agosto 26, 2005

Crónicas de una motocicleta


Inspirado en una versión pirata de la película “Diarios en Motocicleta”, producida por Robert Redford, dirigida por Salles, y protagonizada por el mexicano García Bernal y el Argentino Rodrigo de la Serna, que para mi gusto se levanto en peso la actuación del primero; sin embargo no es mi intención hacer una critica de cine, sino mas bien hablar de la moto, que en el caso de esta joya del cine, es una Norton 500, otra joya, que aunque inestable y vieja, se deja llevar por mas de la mitad del canino que enrumban estos jóvenes amigos, en busca de su yo interior.

He tenido muchas motos en mi vida, bueno en realidad de mi padre, hasta las dos ultimas, empecé a manejar moto a los 11 años, edad en la cual también perdí, intempestivamente y de pura casualidad, mi virginidad y si mi moto hablase sería ella la que cuente estas historias y no yo; y estoy seguro las contaría mejor que yo, pues contaría lo incontable, lo que no puede saberse.
Lo cierto es que la moto es una verdadera amiga, es la mejor amiga que puedes tener, por que siempre te escucha, nunca te reprocha, pero cuando la tratas mal no sería nada raro que se le pinchen los cauchos o se quede sin gas carburante. La moto es la amiga que te arropa y te desabriga, es la mas verde y madura, es la amiga mas intima así como también las mas indiscreta, ella te da todo aunque a veces no te respeta, pero siempre se entrega feliz a cualquier rumbo, la moto es la compañera, virginal cuando dices que lo que se monta no se presta y ramera cuando lo haces.
Siempre esta cuando la necesitas, comienzas un día y por los tiempos de siempre esta contigo, comenzamos felices y hasta te ayuda a juntar cicatrices, te escucha… y cuando estas deprimido sientes que te dice que no debes arrepentirte de la esperma quemante que te trajo y así es ella no vende ni raja su pasión.
La moto puede ser tierna y vieja, te lleva siempre no importa donde vayas, mides bien el aceite y la bañas como quien baña a su mascota, la limpias y la cuidas como si la depreciación no le llegase nunca, y sientes que te mira, que te hace un guiño y la montas como si siempre fuera la primera vez.

Mi moto “La Amazónica”, como la llame con cariño, recorrió kilómetros conmigo, por asfalto o por trocha, viajamos de día siempre a más de 80 y viajamos de noche siempre con prudencia. Fuimos victimas de asaltos y amores furtivos, clandestinos diría yo; La Amazónica, por su color verde y su ubicación geográfica, cruzo ríos y bosques, nunca contó nada a los amores de turno, soporto fuertes golpes, pero nunca decepciones, aunque para ser sincero, la deje partir.

Vino una linda señorita y me dijo: te ofrezco lo que quieras por tu moto ¡véndemela!. Llevaba un sticker con el símbolo de la anarquía en el pecho y un eterno tatuaje del Che Guevara en el ala izquierda, en aquel brazo indomable. Con una condición le dije: Si te quedas con ese tatuaje, y ella articulo que no habría problema, que al igual que yo seguirá junto a La Amazónica la estrella que guía, la estrella del Che.

Después de eso, converse con La Amazónica y le dije que iba a estaré en mejores manos, que iba a cambiar de tener una amigo a tener una amiga, ella no logro articular palabra alguna, y por su silencio entendí lo duro que son las despedidas. Y la deje partir.
Hasta ahora la extraño, a veces la veo recorriendo las calles de Tarapoto y ella me ve y me hace un guiño, lo hace a propósito, como una ex enamorada que tengo, como quien diciéndome, mira lo que te perdiste mi amor. La vi más brillante que siempre y la vi más feliz, la vi eternamente bella, irrenunciable a su condición de amazónica. La Amazónica seguirá recorriendo caminos, pero ya no los caminos impensables que recorrió conmigo, ya no viajara dos horas de noche desde Tarapoto a Rioja a verle a la bebe, en una carretera oscura y selva a los dos lados, solos los dos conversando y las estrellas que nos acompañaban, hablando en una tertulia suave y apasionada, donde algunos aguaceros fueron también gratos amigos de paso, algunas veces tan fuertes que nos quedábamos a dormir en algún pueblo cercano. Ya no cruzara ríos, ya no cruzara la selva entera por mí, no llegara a Yurimaguas como cuando fue conmigo, no cruzará en balsa cautiva antes de llegar a la Laguna Azul en el Sauce, ya la extrañaran las calles de Moyabamba y Rioja. Ya no ira conmigo a Juanguerra en busca de amores de paso, ni mucho menos a las Cataratas del Ahuashiyacu, único destino con amores contrariados, ya no me llevara a tomar caldo de majas en el Mono y la Gata, ni a comer pizza en la turística Lamas, ciudad de los tres pisos, subidos sin problema.

Adiós amiga, compañera, mi único amor, espero no haberte herido, pero te aseguro siempre haberte amado. Adiós.


Giuliano Diaz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola amigo Juliano , he leido la mayoria de tus articulos en solo 2 horas, algo raro en mi,pero tu narrativa es muy amical y eso cuenta mucho al momento de seguir leyendo,bueno no soy el mas indicado para decirlo, sigue adelante y espero leer muchos articulos mas.

Ginoroland.